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Los ejercicios espirituales fuente de la espiritualidad ignaciana
Enrique Ponce de León Garciadiego, s.j.
El libro de los Ejercicios no es para leerse ni mucho menos, sino para vivirse y para Ignacio apenas si bastaba un mes, un largo mes para vivirlo. Lo divide en cuatro semanas, tiene como umbral una página admirable que desafortunadamente se ha entendido mal con mucha frecuencia, que él llamó el Principio y Fundamento. La primera y más inquietante pregunta que se fue forjando él fue ¿Para qué vivo? ¿cuál es el sentido de mi existencia?, es una pregunta muy grande, una pregunta que yo creo que todos con mucha frecuencia nos hacemos.
Yo que no conozco Tijuana, imagínense que tomara un taxi en el aeropuerto y la primera pregunta que el chofer me va a hacer es: -Oiga señor ¿a dónde va?- y si yo respondiera -pues no sé-, -pues bájese-. Esta pregunta tan obvia a Ignacio le costó sangre tratando de responderla: ¿para qué vives? ¿a dónde vas? ¿cuál es la razón de tu existencia?. Hoy el hombre contemporáneo, e Ignacio tiene mucho de él, que vibra con el hombre y la mujer del siglo XXI, el hombre contemporáneo se hace esta pregunta con mucha angustia y con mucha desesperanza en ocasiones ¿cuál es el sentido de tu vida?.
La psiquiatría moderna ha tratado de dar algunas posibles respuestas, desde Víctor Frankl en ese libro admirable "El hombre en busca de Sentido", fundando la logoterapia, pasa otros grandes psiquiatras y pensadores modernos.
¿Hacia dónde vamos?, ¿qué respuesta vamos a darle a los jóvenes, muchachos y muchachas, para vivir?. ¿Hacia dónde conducirlos? ¿Qué hay además de dinero, de poder, de placeres para ofrecerles a los jóvenes hoy?. Esta pregunta destrozaba el corazón de Ignacio, esta búsqueda de encuentro para darle sentido a algo o a alguien .
Él no iba a renunciar al mundo, ni a su cuerpo, iba a ser algo mejor, darle sentido también a las cosas, a la creación y él usaba una formulación muy de la época de la caballería o del siglo XVI que había nacido no para algo, sino para alguien en absoluto, el Dios que lo había creado, él no estaría en paz hasta que encontrara a Dios y a Dios no en la otra vida, en está, tenía que descubrirlo utilizando las cosas, tanto-cuanto, para que lo ayudaran, no rechazaba las cosas, las usaba tanto-cuanto para que le ayudaran a encontrarse con ese absoluto, pero Ignacio no se iba a quedar ahí. Su vida, amor, compasión y ¿cuál era el límite? buscar lo bueno ¡no!, de ninguna manera, ¡lo mejor!. Quizá una de las cosas que va a marcar más la espiritualidad ignaciana es esta palabra "más", solamente deseando y eligiendo lo que más te lleve a tí para lo que fuiste creado. Imagínense un hombre que era movido por el más, siempre más.
¿Cuál es el límite para amar? ¡amar sin límite!, ¿Cuál es el límite para servir? ¡servir sin límite! Ignacio se va a topar con muchos desórdenes interiores que nos impiden ser libres. En el fondo lo que estaba buscando Ignacio era la libertad y cito otra frase del señor Jesús: "El que ama al pecado se hace esclavo del pecado".
En el fondo para Ignacio el pecado es esclavitud, es desorden, es un gran obstáculo para volar.
Hay una frase oriental que en este momento recuerdo: "Para volar tienes que soltar la rama", eso dijo el pájaro. Ignacio sabía que había muchos desórdenes en su vida, para él el pecado era esclavitud y había que romper esas cadenas, pero también para Ignacio el pecado no era sentimiento de culpa. Otra de las cosas que atormentan cada vez más a nuestra cultura son los sentimientos de culpabilidad .
Los psicólogos y los psiquiatras afirman que sus consultorios están llenos de personas, mujeres y hombres que arrastran mucha culpa, a veces fomentada por la misma moral, por la Iglesia que te hace sentir culpable. No hay nada más lejos del espíritu Ignaciano que esos sentimientos frustrantes de culpabilidad.
Para Ignacio la conversión no es arrepentimiento. La conversión es caer en la cuenta de que alguien te ama, la conversión es descubrir a Jesucristo en tu vida e Ignacio lo encontró e Ignacio se convirtió.
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